Nuestra Señora de Belén

NUESTRA SEÑORA DE BELÉN

Era una talla de madera de cuerpo entero a tamaño académico (de unos 70 centímetros de altura), de estilo post-renacentista con marcados matices góticos -al cabo de tantos años- revelado sobre todo en la parte dorsal en los retazos del relieve del manto labrado y replegado hacia abajo que podían observarse antes de su más reciente reforma en imagen de canasto y las evidentes señales de astillosos desgarros de la burda mutilación que había dejado reducido no sólo su ropaje labrado, sino su figura transformada de posición sedente en erguida a la cual separaron y aplicaron antebrazos postizos para hacer posible revestirla de saya y manto de tela, acaso llevado a efecto hacia 1680 -según anteriormente ya comprobamos cuando le fue ofrendada la confección de un vestido a tenor de la costumbre que llegó a imponerse de dotar a las imágenes de atuendo natural.

Incluso todavía es apreciable un ligero giro de la cabeza de la Imagen -casi imposible de corregir por no dejar definitivamente demasiado modificada la tan retocada mascarilla del semblante- que en principio tuvo en su original postura asentada, como quedó destrozar el tramo de su busto para transformarla en imagen de las de candelero con el  oculto cuerpo erguido para revestirlo en que está actualmente, y antes dirigiendo la mirada hacia la figura del Niño en parecida actitud y ejemplo de las de su época, como la bella talla del convento clariso de Huesca, sentada con el Hijo sobre el brazo izquierdo o de la imagen asimismo sedente, obra de Cimabue, de la Iglesia de Santa Clara en Asís.

La imagen de Nuestra Señora de Belén de Montilla es de autor desconocido, ignorándose si la escultura fue traída de fuera, como ocurrió en los siglos XVII y XVIII con las de San Francisco Solano, de su Iglesia Patronal y ex convento franciscano, y de las Vírgenes de la Aurora y de la Rosa, de sus respectivos templos, aunque por la época -último tercio del siglo XVI- a que ha de atribuirse la de Nuestra Señora de Belén, por entonces trabajaron en Montilla imagineros autores de otras imágenes como Juan de Mesa el Mozo o  el de origen portugués Rodrigo Mexía, avecindado y fallecido en la villa, así como Francisco Delgado, pintor encarnador, muy ligado a ella y a la capital cordobesa.

La encarnadura de la imagen fue repintada en diferentes y desgraciadas ocasiones. En 1992 fue restaurada por el escultor cordobés Miguel Arjona Navarro, autor de María Santísima de la Caridad en sus Tristezas de nuestra hermana Hermandad de la Humildad y Paciencia.

Si bien no es seguro, tal vez la antigua talla de la imagen de la Virgen sustituyó a la de un lienzo hoy desaparecido.

La corona antigua tiene marcados los punzones cordobeses de Martos -Francisco de Paula Martos (1814-1816), autor del bábulo, mitra y custodia de la imagen de San Eloy de la Congregación de Plateros (1828), y José Séller, platero de la fábrica de la Catedral (1830); la media luna los de Martos, Madueño y Mora.






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